El viernes era el momento ideal para dar rienda suelta a los planes de descanso, y en mi caso se presentó la oportunidad de salir de caminata. Las opciones no eran muchas, por la hora y las distancias, así que ellas opté por conocer a fondo la sierra Bridges, las lagunas Gemelas en el paso Garibaldi (Ushuaia).
Luego de las 5 de la tarde, inicié la
caminata unos cuantos kilómetros antes de la cascada que se encuentra unos
metros antes del mirador del Garibaldi. Al estar por sobre los 300 msnm, llegar
al límite de vegetación significaba cuestión de minutos. Así fue, que luego de
trepar la ladera de la montaña, llegue a la zona donde había manchones de
nieve.
Comencé a caminar lentamente, evitando la
nieve congelada y resbalosa, con dirección a la cima y en busca de las dos
lagunas. Me detenía y miraba las cascadas que caen de las montañas al otro lado
de la Ruta N° 3. El sonido era claro, profundo; ¡parecía que estaban tan cerca!.
A medida que caminaba con dirección Norte, descubría
la belleza de las montañas que todavía conservan la nieve del último invierno.
Un poco de viento, el cielo cubierto y algunas aves, completaban un paisaje
admirable. El suelo, revestido de piedras lajas, vegetación rastrera y coirón
fueguino, me permitían un paso agradable y tranquilo.
Hasta que de pronto, a unos 100 metros abajo,
se veían las dos lagunas que están dispuestas en dirección norte-sur. Una con
sus aguas verdes y la otra, paralela, absolutamente congelada. A su alrededor,
poca vegetación, árboles achaparrados por el constante viento y la evidente presencia
de castores.
Continué mi paseo por las montañas y de
pronto, las siluetas del Escondido y el lago Khamy comenzaron a presentarse
ante mí. Las miraba y comprendía que la vista es similar a la que se logra
desde el mirador que está unos cuantos metros más abajo, sobre la ruta. Sin
embargo, la sensación de estar encima de las cumbres de los Andes fueguinos,
daba una perspectiva distinta.
Enseguida me dirigí a una cornisa, y mi
visión cambió abruptamente. Abajo se dibujaba –serpenteante- la Ruta 3, hacia
la derecha un paredón de amarilla vegetación, al frente la enormidad de la isla
grande y a la izquierda, las cumbres nevadas de Tierra del Fuego. Varias sensaciones
me recorrieron. Soledad, vastedad, admiración, intriga. Pero sobre todo,
comprender en el bellísimo lugar dónde vivo.
Mi cámara disparaba tantas fotos como podía,
solo que los elementos se confabularon y me obligaron a esconderme debajo de
una enorme roca, para guarecerme del frio, el intenso viento y la lluvia. Contemplar
el paisaje desde esas alturas, era supremo. Al principio de mi recorrido, el
sol todavía daba en algunas zonas y unos minutos después, todo había mutado.
Una vez que el agua mermó, seguí subiendo por
la ladera pero no conseguí llegar más. Entonces, emprendí –rápidamente- la
retirada de la zona en dirección a las lagunas. Una vez en ellas, disparé
nuevamente pero sin detenerme por mucho tiempo. Tenía varias cuestiones en
contra. La hora, la poca luz y el intenso frío.
Decidí bajar la montaña siguiendo el curso
del río, luego de varias caídas y que mi mochila se abriera y cayera una
batería de la cámara, logré llegar a la ruta justamente a la derecha de la cascada
que conté al principio del relato.
Breve recorrida, paisajes asombrosos y una
deuda pendiente, como siempre. Volver, pronto muy pronto y hacer cumbre en la
sierra Bridges.








