El miércoles pude descubrir mensajes en la cima del Cerro del Medio. Estos, dejados en un frasco con tapa de lata, contenían una serie de mensajes que los caminantes escribieron y dejaron, para que otros –como yo- pudiéramos conocer que motivaciones que los llevaron a ese lugar, a espaldas de la ciudad del Fin del Mundo.
El trekking lo comencé en la calle Isla de los Pájaros a las cuatro de la tarde del día del censo en Argentina, desde la tranquera que anuncia -luego del chorrillo- el acceso al sendero demarcado de una forma correcta, que hace imposible perderse de él.
Debo reconocer que este paseo, en un 90% es en pendiente, lo que hace que sea de dificultad media, aunque el bosque, el murmullo del arroyo y el excelente día de ayer en Ushuaia; hicieron de este viaje una experiencia muy propicia.
Luego de cruzar el arroyo, llegué a la bifurcación del sendero. Hacia la izquierda, me llevaba a un turbal de montaña y en el sentido contrario hacia el cerro Del Medio y el Dos Banderas.
Demarcado con árboles en amarillo, el sendero se encuentra delimitado por troncos y durmientes en zonas anegadas. Luego, al continuar con el ascenso, me encontré con las últimas nieves que hay en la zona, lo que dificultó mi acceso al límite de vegetación.
Una vez allí, giré hacia el Canal Beagle y la vista fue impactante. Estaba a la altura del cerro Colche, en cercanía del Monte Olivia. La vista era magnifica, imponente… Infunde un respeto único.
De ahí en más, mis ganas iban hacia mi izquierda, hacía el frente del cerro y desde allí poder contemplar toda la ciudad, el Canal y las islas chilenas… Con suma precaución inicié el derrotero por la piedra y roca sueltas –algo que puede ser peligroso- por la verticalidad del terreno.
A través de unos morros pude acceder más rápidamente a la cima, donde una sorpresa me esperaba.
En el morro más cercano al precipicio que cae al valle, con piedras lajas había formado una especie de semi circulo protector. Entre ellas, la inscripción “850m”. Ahí, todo el cansancio dio lugar a la sorpresa, a disfrutar la magia del lugar, a la soledad y el apenas audible murmullo de la ciudad, allá abajo.
Entre las piedras de este lugar, di con un frasco de tapa de lata con unos cuantos papeles escritos. Obvio, la curiosidad pudo más y leí algunos de ellos. Entre caligrafías claras y otras no tanto, noté que mis piernas cedían al dolor, comenzaba poco a poco –gracias al mate y la comida que había llevado- a relajarme.
Sentí que todo el esfuerzo que había hecho para estar ahí, se veía recompensado por compartir junto a tantos otros, la misma emoción. Estar a 850 metros sobre el nivel del mar –no es mucho pero sí para mí que no me dedico a esta actividad- era sobrecogedor… Hace 16 días estuvo ahí un americano, Chris, disfrutando de la vista y como él, muchos otros que agradecían estar en semejante lugar.
Me quedé contemplando por varios minutos el paisaje. La bruma de esa hora, cerca de las 20, el sol cayendo sobre el valle del río Pipo, hacia el oeste y del otro lado los picos nevados de Olivia y Cinco Hermanos eran tibiamente iluminados por los últimos rayos del día.
Una postal difícil de olvidar.
Luego de desandar los demás picos -más al norte del Cerro del Medio- me dispuse a bajar por una ladera menos pendiente pero que –al igual que en el ascenso- me resultó trabajosa.
En 20 minutos, estaba a la mitad de la ladera, preparándome para ingresar al bosque y aprovechar la poca luz que, a esa hora, aun había en el sector. A las 10 de la noche, y con un clima más que favorable, llegué a la ruta.
Y a modo de despedida, me dirigí a un tronco que está dispuesto como un enorme banco y desde esa perfecta ubicación, descansé observando la ciudad, que poco a poco se preparaba –como todo el país- para entender la vida. Que pasa, que nos pasa, y que sin embargo nos permite dejar un rastro de ese maravilloso misterio que es vivir.
Cómo a 850 metros sobre el nivel del mar, donde también di cuenta de mi paso por esa cima, tal vez hermanándome con el resto de los anteriores visitantes; quizás buscando alejarme del anonimato de esa caminata; por ahí, necesitando dejar algo que me identifique. Así lo hice.
Descansé observando la ciudad, que poco a poco se preparaba –como todo el país- para entender la vida. |