El miércoles pude descubrir mensajes en la cima del Cerro del Medio. Estos, dejados en un frasco con tapa de lata, contenían una serie de mensajes que los caminantes escribieron y dejaron, para que otros –como yo- pudiéramos conocer que motivaciones que los llevaron a ese lugar, a espaldas de la ciudad del Fin del Mundo.
El trekking lo comencé en la calle Isla de los Pájaros a las cuatro de la tarde del día del censo en Argentina, desde la tranquera que anuncia -luego del chorrillo- el acceso al sendero demarcado de una forma correcta, que hace imposible perderse de él.

Luego de cruzar el arroyo, llegué a la bifurcación del sendero. Hacia la izquierda, me llevaba a un turbal de montaña y en el sentido contrario hacia el cerro Del Medio y el Dos Banderas.

Una vez allí, giré hacia el Canal Beagle y la vista fue impactante. Estaba a la altura del cerro Colche, en cercanía del Monte Olivia. La vista era magnifica, imponente… Infunde un respeto único.

A través de unos morros pude acceder más rápidamente a la cima, donde una sorpresa me esperaba.

Entre las piedras de este lugar, di con un frasco de tapa de lata con unos cuantos papeles escritos. Obvio, la curiosidad pudo más y leí algunos de ellos. Entre caligrafías claras y otras no tanto, noté que mis piernas cedían al dolor, comenzaba poco a poco –gracias al mate y la comida que había llevado- a relajarme.

Me quedé contemplando por varios minutos el paisaje. La bruma de esa hora, cerca de las 20, el sol cayendo sobre el valle del río Pipo, hacia el oeste y del otro lado los picos nevados de Olivia y Cinco Hermanos eran tibiamente iluminados por los últimos rayos del día.
Una postal difícil de olvidar.

En 20 minutos, estaba a la mitad de la ladera, preparándome para ingresar al bosque y aprovechar la poca luz que, a esa hora, aun había en el sector. A las 10 de la noche, y con un clima más que favorable, llegué a la ruta.
Y a modo de despedida, me dirigí a un tronco que está dispuesto como un enorme banco y desde esa perfecta ubicación, descansé observando la ciudad, que poco a poco se preparaba –como todo el país- para entender la vida. Que pasa, que nos pasa, y que sin embargo nos permite dejar un rastro de ese maravilloso misterio que es vivir.
Cómo a 850 metros sobre el nivel del mar, donde también di cuenta de mi paso por esa cima, tal vez hermanándome con el resto de los anteriores visitantes; quizás buscando alejarme del anonimato de esa caminata; por ahí, necesitando dejar algo que me identifique. Así lo hice.
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Descansé observando la ciudad, que poco a poco se preparaba –como todo el país- para entender la vida. |