lunes, 6 de febrero de 2017

SENDERISMO: LAGUNAS CELESTE Y ALVEAR

Nuevamente los paisajes del sur de Tierra del Fuego, son el centro de atención de cientos de fueguinos y turistas ocasionales. Así es que, es domingo las sendas que se agrupan en la zona de los centros invernales, sobre la ruta Nacional Nº 3, recibieron a cientos de senderistas. Las lagunas Turquesa, Esmeralda, Celeste, Holanda, Bélgica, entre otras, fueron el centro de atención, en un día soleado y caluroso. Logramos alcanzar 14 kilómetros, donde conocimos las lagunas Celeste y Alvear.

La invitación fue alcanzar el glaciar Alvear, conocer la laguna Celeste y, como postre, llegar hasta la laguna que lleva el nombre de esta extensa sierra fueguina. Y así, a las 1030 iniciamos el derrotero hacia nuestro destino. Casualmente, Siqui y su grupo de amigos se dirigían en mismo sentido hasta la laguna bautizada con el nombre de esta agradable caminante de cabello blanco y sonrisa sincera.

Glaciar Alvear
Llegar al glaciar, nos demandó 2 horas y media. El tramo del bosque inicia el ascenso en la ladera, al kilómetro y medio y tiene casi 600 metros de desnivel. Llegar al límite de vegetación es todo un alivio, máxime por la temperatura que había este domingo. La brisa de la montaña es reparadora, sin dudas.

La zona de vegetación rastrera abre la instancia de la senda de piedra. A veces se hace duro, sobre todo en la última trepada. Aunque sin dudas, la vista fantástica de la sierra Sorondo y los cerros Submarino, Olivia y Cinco Hermanos junto al valle Tierra Mayor, compensan el esfuerzo.

Luego, adentrándonos en la sierra, otro paisaje sin igual  nos atrapa. Se trata del Valle Las Cotorras. Estamos caminando en un sendero que se ubica a poco más de 600 msnm, con lo cual, las panorámicas que se divisan son únicas.
"Alcanzamos a ver la laguna Siqui
donde tres carpas y
sus moradores, disfrutaban ya
de la magnifica vista
del glaciar."

Cuando habíamos caminado cuatro kilómetros, alcanzamos a ver la laguna Siqui donde tres carpas y sus moradores, disfrutaban ya de la magnifica vista del glaciar. Luego, fue el último tramo el que nos esperaba con el sonido del río bajando del ventisquero y una pared de roca roja y negra a la izquierda del sendero, que atraparon la mirada a uno y otro lado.

Puntual, a los cinco kilómetros, llegamos a la laguna Celeste en su primera parte y –ahora con el retroceso del glaciar, se divisa otra mucho más celeste que la primera. El lugar no parece real. Las milenarias masas de hielo, moldearon la roca, puliéndola y redondeando sus formas, dándole al lugar, singularidad.

Por supuesto, las famosas cuevas, que tuve el gusto de conocer hace casi diez años, ya no existen. Ver crónica. Otro dato, ya en 2011 escribía sobre su desaparición: Las Cuevas de Alvear han desaparecido

Unos ricos mates con algo para picar, fueron el reparo a la caminata. Particularmente, yo preferí descalzarme y relajar un poco los pies.

Hasta acá, puedo afirmar que es una caminata dentro  de las habituales en las diversas sierras y sendas que existen en la Isla. Es preciso tener un poco de conocimiento, o al menos ir acompañado de alguien que sepa dónde y cuándo. Por el resto, ropa de abrigo y comida son suficientes para pasar un día perfecto. No olvidar nunca, protector solar.


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Improvisar hasta la laguna Alvear

Eran cerca de las 3 de la tarde, habíamos partido luego de las diez de la mañana y estábamos aún con ganas de conocer más de este lugar. En las dos incursiones que realicé previamente, solo había llegado hasta este lugar. La idea que surgió fue conocer la laguna Alvear. Según unos cálculos superficiales, se encontraba a unos 2 km al noroeste con un desnivel de unos 150 m.

Así, continuamos por la roca que había pulido el glaciar en su paso, y bordeamos un morro de roca colorada. Caminar fuera de sendero, en una zona donde la piedra laja dificulta el paso, se hace más que pesado pero por fin alcanzamos ritmo y luego de 2,3 km, llegamos a un balcón desde donde se puede admirar la belleza de esta laguna.

Se encuentra en la ladera norte del monte Alvear y su color es un azul profundo, coronado por el terreno rojizo. Allí, desde una terraza privilegiada decidimos almorzar y contemplar la belleza del lugar. El regreso nos demandó poco más de 6 km, los que recorrimos en casi dos horas.


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