martes, 1 de abril de 2008

Magia en el Alvear

“En Tierra del Fuego todavía se encuentran lugares donde tal vez nunca antes haya pasado un hombre” dicen en ‘Explorando…’ de Borla y Vereda, y no sólo estoy de acuerdo con esa afirmación, sino que además creo que habiendo lugares que ya conocieron la presencia del humano, hay fueguinos que no hemos admirado las bellezas que nos son cercanas.

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Miguel, listo para la aventura:



Un caso para ejemplificar es el glaciar Alvear (980 m) que cuelga del monte del mismo nombre (su cumbre se ubica a los 1425 msnm y es de las más altas de la parte argentina de Tierra del Fuego) en la sierra bautizada por Julio Popper, en honor al ex presidente de la República, Marcelo Torcuato de Alvear (1868-1942) Ver FE DE ERRATAS.
Junto a "Pipi" explicando el recorrido.

Todas o casi todas las agencias de viajes y turismo, tienen entre las propuestas para los amantes de las aventuras en la naturaleza este recorrido de 8 horas. Sin embargo somos, por una cuestión de comodidad, los fueguinos quienes menos hemos visitado este precioso lugar enclavado en medio de las montañas que forman los Andes fueguinos.
El domingo último nos adentramos, junto a un equipo del programa “Estudio País” de Canal 7, en el recorrido que nos llevaba desde la zona de Las Cotorras (a 26 km. de Ushuaia) hacia el glaciar colgante, que rápidamente se derrite en la ladera del monte.
A las 10,30 emprendimos la senda. Primero debimos atravesar un característico bosque de lengas (nothofagus pumilio) y soportar la fatigosa ascensión, en la primera parte del viaje.
Todo eso, fue matizado por la presencia de ejemplares muy soberbios de hongos en diversas formas y colores. Las hojas de la lenga también daban su presente, con tonos del verde al amarilla pasando por el ocre y bordó.
Cabe destacar que el clima nos acompañaba con un cielo cubierto, pero de una temperatura más que agradable (cerca de 12°) gracias a la ausencia total de vientos en superficie. Recorrer el trayecto se tornó muy fácil, pese a la subida.
Luego de traspasar el límite de vegetación (600 m. aprox.) salimos del bosque y pudimos admirar el rápido cambio en las tonalidades de los árboles y contemplar la inmensidad del valle de Tierra Mayor.
Fuera del limite del bosque, Marcelo contempla la Sierra Sorondo.

Nuestra caminata siguió en un terreno pedregoso, a nuestra derecha pudimos apreciar el valle del río Cotorras que nace en el glaciar, además de castoreñas abandonadas y los picos rocosos que afloran a la superficie, impregnando el lugar de un contraste máximo.
Descendimos a un circo glacial y continuamos bordeando las rocas de alturas interminables, mientras hacia el norte veíamos cómo la lluvia se acercaba amenazante sobre la mole de roca y hielo, punto final a nuestra travesía.

Mientras tanto, la respiración se entrecorta, el cuerpo pasa del calor al frío conforme el ritmo del camino. El agua, bendita compañía, es aliada; aunque también el cigarrillo ofrece calma aparente.
De pronto, vemos cómo el Alvear comienza a mostrar sus formas, los tonos que varían del blanco al azul en su superficie mientras que las rocas van del marrón, rojo, gris hasta negro. Todo es una armonía de colores, todo se transforma en una postal que ni la más avezada cámara podría siquiera retratar. Sólo la retina del ojo y los pulsos del cuerpo registran cada momento.
Rocas metamòrficas en lo alto.

Seguimos, entre la roca, el barro y especies naturales como la murtilla, berro y cardito entre otras.
La cumbre del Cerro Equivocado de fondo.

Cerca de nuestra meta, el río naciente, se convirtió en nuestra fuente de agua fresca, sabrosa y necesaria en ese punto de la excursión al Alvear. Luego, ya sobre la laguna que reposa al pie del glaciar llegaría nuestro esperado almuerzo. Eran las 14.

Conociendo al milenario Alvear

El glaciar y hacia la derecha el río Cotorras.

Al llegar a la base del glaciar, nuevamente como en Vinciguerra, pudimos deleitar la vista con el tono blancuzco de las aguas de la laguna y el azul del helero. Sobre la izquierda se observaban dos cuevas. Las famosas Cuevas de Alvear.
Por fin habíamos llegado.
Por fin, las Cuevas de Alvear.

Después del almuerzo, nos protegimos con más ropa. Gorros, camperas, cuellos y guantes junto a los reglamentarios cascos protectores amarillos, nos dejaron con la impresión de que nos adentrábamos a la parte más emocionante de esta aventura. Y así fue.

Ingresamos de a uno por la entrada de la izquierda. Primero lo hizo Marcelo (guía de montaña – Wintek) quién se aseguró que dentro del ventisquero estuviera todo en condiciones como para que sigamos entrando los demás.

Una vez que estaba todo bajo control, ingresaron Cristian (ushuaiense), Mariela (porteña), María Eugenia (periodista), “Mili” (camarógrafo) y quién escribe (todos riograndenses) y por último Miguel (guía de montaña – Wintek), quién cerraba el circulo de aventureros.
Podría decir que la sensación de estar dentro del glaciar fue similar a mi anterior experiencia. Pero faltaría a la verdad. Alvear es distinto. Aquí pudimos ingresar erguidos, siempre en silencio y con sumo cuidado, la cueva es enorme y tanto el techo como las paredes parecen iluminados con un matiz marino y efectos fluorescentes.

En el piso la presencia de hielo es nula. Todo es rocoso y con barro glaciar, en el extremo posterior el techo de la cueva se deshiela muy rápidamente, dando muestras del peligro que representa no ingresar con alguien adiestrado y conocedor. Desde lo alto de la montaña, continuamente se desprenden rocas otorgándole mas sensaciones al silencio reinante, una recomendación muy reiterada por los guías. Silencio. O al menos, todo el que se pueda conseguir.
De modo que, gracias a esa casi prohibición, las expresiones de sorpresa o admiración se reducen a sonrisas enormes por la gran belleza del glaciar, miradas cómplices, señas indicando el camino dentro de la gruta helada y susurros apenas audibles.

Alvear es distinto. Luego de estar en la parte contraria a la entrada, volvimos por la abertura de la derecha. Afuera nos esperaba una copiosa lluvia. Otro elemento natural que impregnaba de singular belleza todo el cuadro.
Se ven claramente las capas de nieves convertidas en hielo milenario.

María Eugenia, Pipi, aprovechó el momento y junto a Miguel relataron para el programa de Juan Alberto Badía lo que significaba estar ahí. También el resto del grupo dimos a la cámara, nuestra impresión sobre esa travesía. Coincidimos todos en palabras como “paz”, “belleza”, inmensidad”
Hasta allí todo era nuevo. De inmediato emprendimos el regreso, el clima nos jugaba una broma pesada y hasta la ruta, abajo, nos acompañó incansable.

De regreso, las anécdotas formaron parte del recorrido junto a las bromas sobre las posibles caídas en la vuelta a nuestros autos en la ruta.

Debo decir que María Eugenia y Mariela fueron las protagonistas que lograron conocer más de cerca el suelo de la montaña. Las risas y el miedo por un golpe, estaban presentes.
Por fin pasadas las 18 llegamos a la ruta y de ahí volvimos a Ushuaia. Cansados, mojados por la lluvia e impresionados por tanta majestuosidad.
Necesito decir algo para finalizar. Todo fueguino, todo argentino debe conocer estas bellezas recordando que en toda excursión a la naturaleza, el respeto debe primar sobre cualquier otra acción.
Para finalizar, las impresionaes de quiénes habíamos participado de la travesía.
Fe de erratas

En la nota “Magia en el Alvear” puntualicé que el topónimo se debía a una anotación del ingeniero rumano Julio Popper.Sin embargo y gracias a una observación realizada por el historiador Mingo Gutierrez de Río Grande (Mil gracias!) debo rectificar esa información y destacar que esas sierras fueron así nombradas por el Padre Alberto M. De Agostini SDB, tal cual se desprende de la obra “Treinta años en Tierra del Fuego” página 380 primer párrafo, en el apartado denominado ‘Toponimia de las regiones fueguinas debida al padre Alberto M. De Agostini

Alvear, sierra, monte y lago. La sierra Alvear se extiende por treinta kilómetros al sur del lago Fagnano y está constituida por numerosos picos cubiertos en parte de pequeños glaciares, que se mantienen entre los 1000 y 1400 metros, entre los cuales sobresale el monte Alvear de 1400 metros. En una cuenca incrustada en la vertiente sur de este monte está encerrado el pintoresco lago Alvear. Los faldeos meridionales de esta sierra, bajan a los valles Carbajal y Lasifashai, tributarios del canal de Beagle. Nombres dados como homenaje a Marcelo T. de Alvear, político y diplomático argentino, que fue presidente de la República Argentina en el período 1922-1928. Nació en Buenos Aires el 4 de octubre de 1868 y murió en la misma ciudad en 1942.”
María, ante nada, muchísimas gracias por tus comentarios sobre el articulo de Alvear.
respondiendo sobre lo que me consultas y siendo absolutamente sincero (además de neófito en la materia) si a mi me propusieran ir sin un guía a una excursión de esa naturaleza desde ya le diría a esa persona que no.
Por que?

Los senderos están marcados (en la tierra o en algunas piedras o arboles) pero si te toca un día nublado o lluvioso seria muy difícil identificarlos.
Son varios los caminos que te llevan a la zona, los hay cortos y largos.
Las pendientes son extremadamente peligrosas en algunas zonas y; para ingresar a las cuevas SI o SI hay que ir con alguien que entienda sobre el tema y además estar debidamente protegidos.
Si yo fuera vos, buscaría un guía, una agencia o alguien que sepa del asunto.
Es muy arriesgado y no en todo el recorrido hay señal de celular..
Espero haberte ayudado y sinceramente espero que puedas conocer esa maravilla con alguien que te cuide!
De nuevo, gracias por escribirme!